domingo, 28 de julio de 2013

LOS BAÑOS PÚBLICOS EN LA ANTIGÜEDAD

Después del tiempo de 
los romanos, que construyeron
magníficos baños públicos e
incluso algunas casas privadas
vino un largo período de reticencia
al aseo personal.

                                                                         



          En la Europa medieval, la gente no solía bañarse, excepto en las zonas de influencia árabe. En las casas había barreños o tinas para el aseo, pero se usaban poco. Incluso en 1750, sólo el 6% de los palacios parisinos disponía de un baño. Pensaban que "bañarse" era malo "para la salud", debido a que creían que el agua caliente al dilatar los poros, facilitaba el paso de los agentes patógenos. Sólo a partir de fines del siglo XVIII los médicos empezaron a recomendar a la gente que se lavara todos los días la cara, el cuello y las manos.
          Los franceses idearon una bañera con desagüe, modelo que llevó Benjamín Franklin  a Estados Unidos en 1790. Sin embargo, el baño tardó en volver a formar parte de los hábitos diarios. De hecho, cuando la reina Victoria subió al trono de Inglaterra en 1837 no había baño alguno en el palacio de Buckinham, e incluso en la década de 1870 eran raras las casas que lo tuvieran.
          Las bañeras con tuberías para la entrada de agua caliente fueron posibles en la década de 1880, con la instalación de calderas domésticas calentadas por los fogones de las cocinas; en esa época comenzaron a fabricarse en serie bañeras de hierro fundido y años más tarde, las empezaron a esmaltar como las conocemos hoy.


Fuente:  Luis Otero, historiador. Revista Muy Interesante.
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