Pasamos a su lado sin
reparar en ellos. Están ahí,
erguidos en la tierra, aislados,
quietos y silenciosos, como grandes
sabios en su soledad.
Son los árboles, seres vivientes, nobles,
nos ofrecen su sombra para protegernos
del calor, sus frutos para calmar
nuestra sed.
Por escasa que parezca la relación entre estas dos obras majestuosas de la creación, el árbol y el hombre se yerguen frente a frente y se parecen, en tanto ambos están enraizados en la tierra en un extremo y apuntando hacia el cielo, en el otro.
Si arrancamos un árbol de la tierra, sus hojas mueren; asimismo, si desenraizamos a una persona, su espíritu se debilita. Por lo tanto, al entender la esencia de los árboles, podremos descubrir no sólo nuestras raíces, nuestro tronco y nuestra copa, sino absorber de ellos sus mejores cualidades: Afirmación, Dignidad y Humildad.
Fuente: Mariángeles. Revista Predicciones.
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