Tres días después de aquel
en que Belgrano expuso en sesión
secreta su pintoresco proyecto de
monarquía incaica, el 9 de Julio de 1816,
se reunió el Congreso para tratar la
Declaración solemne de la Independencia.
Ese 9 de julio de 1816, a las ocho de la mañana reunidos en secreto para la declaración de la Independencia, en sesión pública, que duró nueve horas consecutivas. Con profunda alegría y optimismo el doctor Darregueira comunicaba esa misma noche al general Guido:
"Hemos salido del Congreso cerca de oraciones con la satisfacción de haberlo concluido y resuelto a unanimidad de votos, nemine discrepante, en favor de la suspirada independencia que se ha celebrado aquí como no es creíble; pues la barra, todo el gran patio y calle del Congreso han estado desde el mediodía llenos de gente, oyendo los que podían los debates, que sin presunción puedo asegurar a usted que han estado de lo mejor".
Así, desde la modesta casa de Tucumán, en una de las horas más tormentosas de la revolución emancipadora, se proclamó a la faz del mundo, como un valiente desafío, la independencia de esta nueva nación.
Y con el acento del que está bajo la influencia de un ensueño irrealizable, el redactor del Congreso escribió ese día glorioso para nosotros:
"¿ Conque es verdad que somos libres?¡ Ah! qué cosa pudo sobrevenirnos más interesante y lisonjera. Si tiempo atrás algún sabio preciado de político hubiera anunciado posible este raro acontecimiento, habría sido escuchado como un fabulista aventurero o un soñador antojadizo . . . ¡ Unión, americanos; no perdamos por nuestras discordias esta preciosa joya que nos vino de lo Alto!
Recordemos esas palabras a los argentinos dispuestos, hoy como ayer, a defender con su vida la tradición nacional y la patria contra los que pretendan destruirla o desnaturalizarla.
Carlos Ibarguren, del libro "En la penumbra de la Historia Argentina", 1950.
Escritor argentino, nacido en Salta. Singular relieve tienen sus estudios históricos y sus obras literarias, no sólo por la seriedad de la documentación, sino por la elegancia de su estilo.
Fuente: Juana Caso de Sedano Acosta.
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