sábado, 5 de abril de 2014

LA LEYENDA DEL PALO BORRACHO

La leyenda del Palo Borracho,
es una de las más hermosas concepciones
de la  mente indígena.
Contrariamente a lo que cabe suponer por
la forma del árbol, el hombre criado en la
selva cree éste representa el cuerpo de una mujer,
cuerpo que se va formando en tres períodos de vida:
la juventud, en la que el árbol muestra su tronco
con la esbeltez...



                                                                                             


          De una doncella, el de la plenitud en el que el mismo muestra las formas de la mujer en su vigor, espiritual y físico, y la vejez, en la que el árbol muestra las formas maduras de la matrona, reposada, que se convierte en madre nuestra pegada a la tierra. Pegada a la tierra por la fuerza de un designo.
          En los tiempos en que la luna bañaba su precioso disco en las aguas de los grandes ríos aprisionados en la floresta, existía una tribu de indios cuyos hombres eran de un valor extraordinario, y sus mujeres de mágica hermosura. Una de ellas sobresalía de todas por su exquisita bondad que se unía a sus nobles condiciones, para completar un digno marco de atracción y de alabanzas. Muchos guerreros ambicionaban llevarla a  su tienda por compañera, y muchas estrellas fueron testigos de las rondas y canciones que le prodigaban al son de instrumentos de sonoros acordes.
          La joven india, que había rendido las pruebas que se exigían a las mujeres de su tribu llegadas a la pubertad, tenía su elegido en uno de ellos de su pueblo. Era un esbelto guerrero que en más de una ocasión había puesto a prueba su coraje. El amor los fue uniendo hasta que quiso la fatalidad que la tribu se trabara en lucha con otros enemigos. Partió el enamorado con sus compañeros, no sin antes solicitar de los labios de la amada la fidelidad que guardaría durante su ausencia.
          Ella le prometió un amor eterno y juró sobre los huesos de sus abuelos que no uniría su cuerpo a otro que no fuera el que había elegido y amado con extraño frenesí. Su espera sería eterna, hasta que las sombras la arrojaran en medio de la noche y la muerte le diera el sosiego a su espíritu dolorido. Al no recibir noticias de su amado, se internó en la selva, para dejarse morir.
          Una mañana a la llegada de la primavera, los indios que iban a cazar, la encontraron muerta. La levantaron y la pusieron en una parihuela, notaron que sus brazos se alargaban en forma de ramas y que su cuerpo se redondeaba tomando la forma de un árbol de extraña configuración. Su cabeza se doblegó hacia el naciente, sobre el tronco y de los dedos empezaron a brotar flores blancas de gran hermosura.
          Los indios retornaron asustados a su tribu contando lo que habían visto. Sólo algunos días después se animaron a volver al lugar donde la india había muerto. Comprobaron que las flores se habían teñido de un ligero color rosado y que ya no había quedado ningún vestigio de humanidad. El árbol se levantaba seguro sobre su robusto tronco y su ramaje florecido, se desparramaba en su graciosa copa.
          Termina la leyenda diciendo que las flores blancas son sus suspiros de amor y las lágrimas de la india que se tiñen de rosa por la sangre derramada en el campo de batalla, y que las raíces del árbol absorben de la tierra para elevarla a las corolas.




Fuente: "El mito, la leyenda y el hombre" Usos y costumbres del folklore. Félix Molina Tellez.
(Un breve relato resumido). Wikipedia, Google.
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