" En la vida no importa
quién eres, sino que
alguien te aprecie
por lo que eres, y te
acepte y te ame
incondicionalmente."
Cierta vez, en una tienda de una ciudad que no importa su nombre, había una tienda de ventas de mascotas. Un niño pasa por allí y lee lo que anuncia el cartel. Entra a la tienda y le pregunta al dueño cuánto cuestan los cachorritos. El hombre le dice el valor de las mascotas. El niño saca unas monedas del bolsillo del pantalón y se da cuenta que no le alcanza para comprar uno de esos cachorros.
El dueño de la tienda se sonrió y le mostró a los pequeñitos corriendo por allí. Inmediatamente el niño eligió a uno que cojeaba. Por qué lo eliges a él y no a los otros?- le dijo. Si lo prefieres, te lo regalo. ¡No! dijo el niño, se lo pagaré con las monedas que tengo, porque él vale tanto como los otros perritos, y una vez al mes, le traeré unas pocas monedas hasta completar su valor.
-Tú en verdad no querrás comprar ese perrito que nunca va a jugar, a correr y saltar como los otros.-
El niño se levantó la pierna de su pantalón y le mostró su pierna, cruelmente retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo: -Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco y el perrito necesitará a alguien que lo entienda-.
El hombre estaba ahora mordiéndose los labios, y sus ojos se llenaron de lágrimas... sonrió y le dijo:
-Hijo, sólo espero y rezo para que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú-.
Fuente: Fernando Perfetti, del libro "Nunca es tarde" editorial Santa María.
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