Con sentidos elementales y
movimientos definitivamente lentos,
la vida de las orugas depende de
estrategias pasivas de defensa
como el camuflaje.
El uso de llamativos colores
y la secreción de sustancias venenosas,
son el arma perfecta, para la supervivencia.
Otras orugas hacen justo lo contrario: se exhiben para advertir lo peligrosas que pueden ser, y se visten de rojo, amarillo, anaranjado y negro, colores que avisan que hay algo malo en ellas. Es tan efectivo el mecanismo que los humanos hemos aplicado esos mismos colores a las señales de tránsito para que éstas no sean pasadas por alto.
También hay orugas que incorporan a sus organismos toxinas que ingieren al comer plantas venenosas. Las primeras generaciones morían al comerlas, pero mediante mutaciones algunas sobrevivieron. Con eso, además de obtener alimento abundante que nunca se terminaba porque nadie más lo comía, ganaron una prima evolutiva, al incorporar el veneno que las protegía.
Pero para poder funcionar, esta estrategia defensiva tenía que ir acompañada con la adopción de colores llamativos que advertían de la propia peligrosidad, lo cual fue aprovechado por algunas especies para hacerse pasar por lo que no son.
Son orugas que carecen del veneno protector, pero que se visten igual que las tóxicas. Así, aunque son inocuas, sus predadores se asustan!.
Fuente: Alfredo Merino. Revista Muy Interesante.
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