Hoy nadie ignora que el
cirujano que no se lava y desinfecta
las manos y brazos,
antes de operar, es
un perfecto asesino...
Hace más de cien años, los microbios y los microorganismos sólo existían en el conocimiento de unos pocos exploradores; apenas eran " una opinión". Ignacio Felipe Semmelweis, ginecólogo
austríaco, dedujo en 1854 que la fiebre puerperal - es decir, posterior al parto- tenía un único origen, el carácter infeccioso, séptico, y también un solo portador: las manos del médico o el obstreta.
En la clínica maternal de Viena redujo la mortalidad de las parturientas a una cuarta parte,
con el sencillo expediente de hacer lavarse las manos a quienes participaran en la intervención. Pero la mayor parte de sus colegas rieron a carcajadas o se sintieron terriblemente " ofendidos".
Como pasaría también con Pasteur, muchos necios de gran prestigio se negaban a desinfectarse la barba, los bigotes y las manos, así como a esterilizar su instrumental.
La incesante lucha que asumió el honrado Semmelweis fue minando poco a poco su mente:
su vida acabó en un manicomio, pues no le creyeron...pero otros sí ...
Fuente: Ricardo P. Ramos
Suplemento La Razón
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