miércoles, 6 de febrero de 2013

GANAR ES PERDER Y PERDER ES GANAR

" Si de verdad quieres ganar,
que no te importe perder"
Estas palabras fueron pronunciadas
por un anciano japonés que,
con el paso de los años,
había llegado a ser, un gran
maestro del cha-ne-yu 
(ceremonia del té)

                                                                                               


          Su experiencia le enseñó cómo el aceptar la derrota implica salir vencedor en muchas ocasiones. Lo que estaba en juego era lo más importante que tiene cualquier ser humano: la vida.
          Estos hechos sucedieron hace muchos años. En cierta ocasión, nuestro protagonista ofendió, sin saberlo, el ego de un reconocido experto en artes marciales, quien inmediatamente le retó a un duelo. Fue un acto estúpido de prepotencia, porque el luchador sabía muy bien que su adversario no sabía manejar la espada y que le estaba condenando para siempre a la humillación o a la muerte.
          " Si no acepto el duelo, mi honor quedará manchado. Pero si lo acepto, con toda seguridad moriré", pensó nuestro amigo. Y acudió a un maestro " zen" en busca de consejo. Éste fue muy franco y le dijo que tenía escasas probabilidades de sobrevivir a tal encuentro y que lo mejor que podía hacer era " perder el miedo a morir" para asegurarse así un final digno y honorable.
          " Eres aprendiz del ritual del cha-ne-yu _le dijo_. Básate en lo que ya sabes y enfoca el combate como si estuvieras realizando la ceremonia del té".  Llegado el día, nuestro protagonista se encontró frente a su adversario. No sentía temor, porque había aceptado morir. Y así vació su mente de todo pensamiento , agarró la espada con la misma firmeza con que sujetaba el cazo en la ceremonia del té y con la misma precisión y concentración con que vertía el agua hirviendo, dio unos pasos hacia adelante, sin pensar en las consecuencias, y alzó la espada. Se encontraba en plena armonía consigo mismo, sin miedo y con total aceptación del momento, tal y como era. Se sintió parte del universo y experimentó, por unos instantes, la certeza de ser uno con él.
Y esperó el golpe mortal de su oponente.
" Nunca llegó - contaba este anciano riendo-. Me sentía tan completamente sereno que mi rival se asustó y abandonó la pelea"
         El maestro de zen le ofreció, sin decírselo, la forma de trabajar alineando con las claves de las fuerzas que interactúan constantemente en el campo de la existencia: yin se transforma en yang y yang se transforma en yin, como muestra ese símbolo taoísta que se ha hecho tan popular.
          LO DÉBIL SE CONVIERTE EN FUERTE Y VICEVERSA.

Fuente: Mary Sol Olba / Revista Año Cero.
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