No sólo las enfermedades que
afectan el organismo producen epidemias.
Gestos, conductas, modismos y presuntas vivezas
[ que carecen de la picardía de las criollas, rozan
la vulgaridad y excluyen el respeto]
también contagian ...
Maestros y profesores conocen muchos de estos males, que se propagan en las aulas. Los virus de la burla, la indiferencia y el " para qué voy a prestar atención si total después me copio" contaminan a los alumnos ... y una vuelta por la dirección o un informe a los padres no son eficaces como terapéutica. La popularidad que se consigue si se interrumpe la clase con un chiste grosero se ha vuelto más apetecible que una buena nota de concepto.
Claro que en muchos casos -admitámoslo- estas " pioladas" tienen su origen en la casa. El cáustico sentido del humor de los argentinos, atributo de un pueblo inteligente, es reconocido incluso por los extranjeros, ya sea para admirarnos o denostarnos. Las dificultades económicas agudizan nuestra capacidad de reírnos hasta de las desgracias como recurso para sobrellevarlas. Los chicos miran, escuchan ... e imitan. Pero, por lo general, no tienen la madurez necesaria para hacerlo en el momento oportuno, con la debida consideración hacia los demás y sin caer en la insolencia.
Con notable creatividad, no exenta de ensañamiento, cambiamos el lenguaje cotidiano. Y, también, lo empobrecemos. Una misma y sola palabra, de las que antes se consideraban " malas", sirve tanto para saludar a un amigo dilecto como para criticar a un técnico de fútbol o definir a un candidato político. Así, es difícil expresarse con propiedad o atribuir un significado inequívoco a lo que escuchamos. Las categorías se desdibujan, los valores se embarullan y las actitudes transgresoras se confunden con la mera falta de educación y buen gusto.
Si cada vez más programas de televisión se atreven a incursionar por zonas espinosas, es importante explicarles a los chicos que " rating" no siempre es sinónimo de calidad, y que la desfachatez no alcanza para hacer un buen producto. Quienes lo logran suelen ganar mucho dinero, pero pagan un costo de tensión que no aparece en la pantalla; y a su audacia añaden carisma, cultura, sutileza, rapidez de decisión e intensas jornadas de trabajo. Cuando nuestros hijos sepan esto comprenderán que el talento y el esfuerzo no pueden suplirse con exabruptos.
Dialogar sobre temas como éste, no referirse irónicamente a los actos de corrupción, competir laboralmente con idoneidad y no con vileza son actitudes que ayudan a fortalecer las defensas de la ética contra los virus del alma.
Fuente: Noemí Carrizo / para revista Nueva
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