jueves, 15 de noviembre de 2012

¡ AGUANTE, SEGISMUNDO!

Aunque la ley era muy dura
con los duelistas,
la gente pensaba que quien
no defendía su honor
no merecía vivir...

                                                                                                                  

          El general Carlos María Alvear ( 1789-1853) tenía como servidor a un negro mujeriego y duelista empedernido llamado Segismundo. Sus efectos eran devastadores entre las criadas, sobre todo las casadas, por lo que sus lances de honor eran pan de todos los días.
          Una  madrugada se trenzó con otro servidor de nombre Eulalio, en un lugar llamado " Hueco de las Ánimas". Como era mejor espadachín que su oponente, Segismundo lo arrinconó contra unos arbustos y de un sablazo le sacó un ojo. Se retiró del lugar profiriendo estas palabras: "Así defiende un Alvear el nombre de sus antepasados".
          Cuando acompañó a su ex amo a los Estados Unidos siguió con la cosecha. Un día, por cuestión de faldas, desafió a un blanco y como éste alegó que no se batía con negros, Segismundo lo estranguló y fue condenado a la horca. Antes de subir al patíbulo, abrazó al general y le dijo: " No tenga miedo por mí, que sabré morir como un Alvear".
          Reposa en el cementerio de Middle Park, donde su patrón hizo colocar en su tumba una placa de bronce con dos espadas de duelo cruzadas y un epitafio en castellano: " A Segismundo, que murió como un valiente".

Fuente: Alberto Giudici/ Isabel Adamson
Revista "Nueva"
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