ninguno de los textos fundamentales
de las grandes civilizaciones
puede atribuirse con certeza
a un único autor.
LA BIBLIA: Los textos fundamentales de la tradición judía y de la tradición cristiana fueron escritos en un período sumamente largo. Los evangelios fueron escritos después de la muerte de los Apóstoles, sus autores oficiales, aunque su contenido esté inspirado en las enseñanzas de Cristo, propias a cada uno de ellos.
LA ILÍADA Y LA ODISEA: Las dos principales epopeyas griegas no pueden separarse del nombre de Homero, el poeta ciego, que nos entrega la tradición literaria de la Antigüedad. Sin embargo, la ciencia contemporánea tiene dudas acerca de la existencia histórica de este personaje. Efectivamente, por regla general, los grandes textos épicos se basan en una recopilación de relatos míticos, arraigados en el pasado más profundo de la civilización involucrada. Dirigidos por la tradición puramente oral de los aedos, estos relatos reciben una forma definitiva al refundir el trabajo de diferentes poetas.
EL PROPIO MOLIÈRE: Como Shakespeare, el gran nombre del teatro francés del siglo XVII vio su identidad discutida. El también era sólo un actor, sin formación escolar ni cultura. Para poder ser representadas, sus piezas más audaces, como Tartufo o Don Juan, gozaron de protecciones tan evidentes que algunos le atribuyeron la paternidad al propio Luis XIV.
Fuente: Los Grandes Enigmas, Larousse.
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