El pan que comemos día a día
en nuestros alimentos, tiene doble
sentido para tenerlo:
Es muy rico con las comidas que
ingerimos y además es "santo"...
El pan para los israelitas de los tiempos de Cristo comer pan era sinónimo de hacer una comida. Se lo debía tratar con el máximo respeto: estaba prohibido colocar sobre él tanto carne cruda cuanto una jarra, ni acercarlo a un plato caliente, ni de tirar las migas.
Estas debían recogerse a partir del tamaño de una aceituna. Por otra parte, es bien sabido que no lo cortaban, lo rompían: hay algo de sacrilegio en la actitud de aplicar un cuchillo a un pan.
Los pobres lo comían de cebada, los opulentos, de trigo candeal. Se molía el grano entre dos muelas de piedra, en familia, casi siempre era trabajo de mujeres. Se amasaba el pan en artesas luego de agregarle la levadura, que no debía estar agria.
Salvo en las especiales ocasiones, como es la pascua, por ejemplo, en que el pan debía ser ácimo o sea desprovisto de levadura. En señal de humildad: "El pan nuestro de cada día, danos de hoy..." el pueblo de la Promesa hacía dieta de pan esponjoso, masticando el casi invisible matze ritual.
Fuente: Suplemento La Razón.
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