Hay personas que a lo largo
de su vida, sienten que la fuente
de organización de sus conductas
dependen de otros...
Para las personas que dependen de los demás, ya sean sus padres, sus amigos o sus parejas, son individuos que desean ser amados en vez de amar. La dificultad estriba en que sus facultades críticas frente a su propio obrar, disminuyen a medida que aumenta la dependencia.
Es más, al tener dificultades para estar solo, les resulta difícil tomar decisiones y asumir responsabilidades. Y así sus decisiones no serán siempre provechosas para llevar una vida útil, creativa, con aprendizajes. Nuestro nacimiento está marcado por una dependencia absoluta hacia nuestros padres, quienes nos proveen de todas nuestras necesidades.
Sin embargo, ellos no siempre aciertan y si con frecuencia imponen sus acciones, el niño quedará atrapado, por amor, a sus designios. De persistir esta situación en la adolescencia y en la adultez, la persona en cuestión necesitará durante toda su vida de otra que le haga de lazarillo, transitando un camino en el que le resultará muy difícil saber cuáles son sus necesidades, aspiraciones y deseos más auténticos.
La esperanza, como un soplo en la vida, se centra en repensar nuestro hacer con respecto a uno mismo y a los demás.
Fuente: Licenciada Marta Craichik, para revista Familia Cooperativa.*
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