En los momentos que tenía
el gaucho para descansar
y entretenerse un rato
con otros como él, se jugaba
a un juego que es muy similar
a lo que jugamos cuando
nos reunimos con nuestros amigos
o con la familia.
Sin lugar a dudas es uno de los juegos típicos del gauchaje, uno de los más jugados en las pulperías y almacenes de ramos generales con las típicas cartas de las pampas argentinas.
En esta curiosa baraja, los palos (figuras que muestran las barajas), distan mucho de ser los tradicionales de las cartas españolas, ya que el motivo de cada carta está inspirado en una escena gauchesca.
Por ejemplo, las espadas de la baraja española son reemplazadas en este juego por los facones, mientras que las copas de origen medieval son reemplazadas por el típico mate argentino, siempre tan cerca al corazón de la peonada.
Como no podía ser de otra manera, los patacones son la sustitución ideal para los oros, y los bastos son fielmente reemplazados por los útiles y fuertes taleros, los revenques preferidos en las pampas.
El juego consiste en reunirse 3, 4 y 6 jugadores, con un mazo de 48 cartas, es decir con los nueve y los ochos de los cuatro palos. Una vez sorteado el jugador que reparte las cartas, las mezclará bien, hará cortar el mazo y luego procederá a repartir todas las cartas en cantidades iguales para cada jugador.
Una vez repartidas todas las cartas, el jugador pone una carta en la mesa, es obligatorio asistir al palo con el que ha salido el jugador mano y matarla si se tiene un número superior para ello. Si no se tuviera naipe para responder al palo que se ha jugado, se canta fallo y se descarta cualquier naipe. Si el naipe no puede ser matado puede también tirarse cualquier carta.
Fuente: Desconocida la fuente.
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