La naturaleza presenta al
hombre dilemas que,
a pesar de la formidable
evolución de la ciencia y la
investigación, son difíciles
de desentrañar a la hora
en que suceden hechos extraños.
Un adiestrador de conocida trayectoria relató que, hace más de tres décadas, un matrimonio que debía viajar le dejó una perra en pensión a la que, además debía entrenar. El animal tomó con naturalidad ese breve tiempo sin sus amos.
Comía, bebía, jugaba y aprendía con normalidad. Sin embargo, un sábado por la noche, rompió con todos los patrones de conducta que había exhibido hasta el momento. Se tornó inquieta, desobediente y agresiva.
El entrenador, un observador de la conducta canina por excelencia, la sacó a caminar para tranquilizarla. Miró la hora: eran las 22 hs. Todo esfuerzo fue inútil. La perra no durmió ni dejó de llorar en toda la noche.
Días más tarde, unos amigos de la pareja lo visitaron. Portaban un terrible mensaje: los viajeros habían muerto en un accidente. ¿Cuándo? El mismo sábado en que la perra cambió su comportamiento, al filo de las 22 hs.
La pregunta es: ¿pudo la perra saber lo que había ocurrido a tantos kilómetros de distancia?
Otro caso le pasó a una anciana que vivía sola acompañada con un perro salchicha. Cierto día la anciana, le comenta a su mascota: -Pinocho, ¿qué vamos a comer hoy, que no tengo dinero para comprar ?- el perro la miró fijo a los ojos de la anciana por unos minutos, y luego salió de la casa rápidamente.
La anciana lo llama, lo busca y el animal no estaba por ningún lado. De repente aparece con un billete en la boca y se lo da a su ama. Ésta lo mira y se emociona ante tal audacia de aquella mascota.
La pregunta: ¿ Cómo supo de la necesidad de la anciana, esta mascota? ¿ Y de dónde sacó el dinero?
Fuente: Eduardo Tarnassi, para La Nación.
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