sábado, 11 de mayo de 2013

COMER NERVIOSOS

Un factor que influye
muchísimo en el apetito
es la tensión nerviosa.
Hay dos maneras de reaccionar:
perdiendo el apetito o
comiendo en exceso.

                                                                     


          Es muy común que mientras se hace un trabajo difícil se necesite masticar constantemente; o que ante una situación frustrante, se recurra a los chocolates; o por el contrario, ante un disgusto, se sienta un rechazo total hacia la comida.
          Por supuesto, la comida no calma los nervios ni se termina en esas condiciones de saciar el apetito; lo único que puede conseguirse es engordar y además seguir nervioso. 
          El primer paso es tomar conciencia de esta estrecha relación entre la forma en que uno come y sus emociones,  y sus problemas.
          El segundo paso es enfrentarlos, cosa que, claro, no es tan fácil. Pero es necesario, evidentemente, para que la comida no sea una manera de escapar a las responsabilidades de un adulto. Comer es una necesidad física y puede ser un placer; no debe convertirse  en un ataque a la salud y una cadena imposible de romper.
          Por otra parte, si la tensión nerviosa realmente existe en forma importante, LO MÁS ACONSEJABLE ES CONSULTAR A UN MÉDICO que indicará el tratamiento apropiado: psicoterapia, una dieta adecuada, y todo lo que tenga que ver con el problema en cuestión. A veces la falta de algunos elementos nutricios puede contribuir a la tensión.
          Los alimentos ricos en calcio, como el yoghurt y la leche; los ricos en magnesio, como las verduras verdes; los que contienen vitamina B.6, como el pan integral, son recomendables para evitar la tensión que puede producir una dieta inadecuada.

Fuente: Doctor Alberto Cormillot.
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