La inseguridad que azota en
determinados lugares más
poblados, se ha metido de tal
manera en los hogares, que
golpea y condiciona la forma
de encarar las actividades
cotidianas...
Quienes reconocen que su vida se alteró por causa de la inseguridad, afirman estar atemorizados en forma constante y vivir intranquilos y pendientes acerca de dónde está su familia, llegando incluso a dejar de lado encuentros sociales y a no circular por zonas consideradas riesgosas o evitar hacerlo en ciertos horarios, por temor a convertirse en nuevas víctimas del delito.
Una encuesta realizada por cuenta del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano, que tiempo atrás destacó que año tras año las preocupaciones crecen entre las personas consultadas, al punto que en la actualidad casi no tienen margen para modificar todavía más sus pautas de conducta.
Con resignación, manifiestan que ya han intentado todo lo que estaba a mano a la hora de la autoprotección, desde modificar rutinas, mudarse a otro domicilio o colocar rejas, alarmas y puertas blindadas. Los datos recabados dejaron en claro la percepción del peligro en el propio hogar, no únicamente en la calle. Y este miedo es más evidente en los sectores de menor poder adquisitivo, que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad frente a la delincuencia.
Fuente: Revista Familia Cooperativa
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