Una reflexión muy acertada
nos introduce al mundo de la
tecnología del presente, pero
claro lo nuevo a veces resulta
"algo difícil" para los que tenemos
algunos almanaques en el bolsillo,
y "manejar" o "teclear" esos
"aparatos modernos" nos dan
algunos problemas para entenderlos...
En muchos países conviven estos dos mundos: pobreza, falta de planificación y, por otra parte, tecnología, nanosatélites, boom de la industria del software, etc. Observamos al cartonero jugando con un iPhone, mientras vemos unas fotos del Facebook de cómo le quedó el paso por la cama solar a una amiga antes de irse de vacaciones, y a la misma hora que unos estudiantes terminan el exámen en la Universidad Tecnológica con la "linterna" de los celulares porque se cortó la luz en la sede en la mitad de la prueba.
Varios proyectos logran llevar algo de tecnología para ayudar a los más humildes, pero parece más difícil llevar humildad a los adelantos más tecnológicos. Con respecto a las claves y contraseñas, sí son molestas, nos las olvidamos, nos equivocamos, pero se supone, por ejemplo, que un banco está pensando en brindar todas las trabas posibles para evitar accesos indebidos a las cuentas de sus clientes.
No se puede tampoco querer hacer todo desde un celular o laptop sin contraseñas, como transferencias bancarias, pagar impuestos, consultar correos laborales, personales, usarlo de GPS y guardar los recorridos entre trabajo y casa, navegar por redes sociales, jugar, comprar tickets de películas, bajar música, adquirir aplicaciones, artículos varios a través del mercado libre online, mandar y recibir mails, etc.
Pero, se supone que uno de los atributos por los cuales los humanos nos diferenciamos de los animales es el lenguaje, como instrumento para la comunicación. Los animales tienen códigos, y lo propiamente humano es el lenguaje provisto de significaciones. Sin embargo, también sólo nosotros somos capaces de crear lenguajes absurdos, desprovistos de significaciones claras.
Y aquí van tres ejemplos de ello: uno es el la-leo de los infantes, que aún no aprendieron a hablar y dicen cualquier cosa. El otro es el léxico que se usan en las parejas, en las que se califican de bombones o cerezas al partenaire amoroso. Y el tercero, es la famosa contraseña. Se acuerda del Super Agente 86, en que Maxwell Smart, siempre se olvidaba de alguna parte de una contraseña, que era una frase tonta y sin sentido, y el malvado Sigfrido lo atrapaba.
La contraseña se usaba ya en la Edad Media para atravesar las líneas enemigas y llegar hasta los aliados. Sí. Porque el mismo Hombre, que intenta darle sentido a todo, tuvo que inventar el sinsentido o "contraseña" sólo para protegerse de sí mismo.
Fuente: Luis Buero, periodista. Para Revista Para Ti.
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