Saber escuchar al semejante
tiene relación con la capacidad
de preocuparse por el otro y es
un rasgo muy evolucionado en
el ser humano, que da lugar al
vínculo social y comunitario...
Desde que nacemos, nuestra vida implica la gran tarea de aprender a integrarnos. Primero a través del vínculo familiar, luego de la escolaridad, el trabajo, las amistades, las actividades recreativas o de otra índole. Estas funciones demandan un gran desafío, porque implican aceptar las diferencias, la alteridad, los distintos criterios.
Preocuparse por el semejante significa un grado de responsabilidad y cuidado, lo mismo que interesarse por lo que piensa, siente o necesita. Nacemos tan inválidos que necesitamos del cuidado amoroso y responsable de la familia. Si lo hemos recibido, podremos proyectarlo en el crecimiento.
Tener la certeza que cada uno de nuestros hechos tiene consecuencias buenas o malas implica un acto psíquico, que va teniendo una evolución desde el nacimiento. Lo opuesto es el egocentrismo, es decir, cuando prima la propia verdad y necesidad sin tener en cuenta las diferencias. Preocuparse por el otro nos habla de respeto, de enriquecimiento en lo vincular y en lo distinto, que es un modo de maduración que permite crear y crecer en grupos.
Fuente: Revista "Familia Cooperativa" por la Licenciada Marta Craichik
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