del latín equinus, caballar, tuvo
su núcleo de origen en el país en
los primeros caballos traídos por
la expedición de don Pedro de Mendoza,
cuando fundó Buenos Aires...
No se sabe exactamente la cantidad desembarcada, aunque opiniones autorizadas calculan que fueron sesenta y dos. De esa cantidad, al despoblarse Buenos Aires, según informe oficial de Fray Juan de Rivadeneyra a Felipe II, quedaron en el campo cuarenta y cuatro, entre caballos y yeguas.
Esa fue la Base de las tropillas cimarronas que poblaban las pampas, cuando don Juan de Garay, fundó por segunda vez a Buenos Aires, en junio de 1580. Las tropillas cimarronas fueron por consiguiente, el núcleo inicial de la riqueza caballar del país.
Esos caballos se cruzaron con otros venidos del Perú y Paraguay o traídos de Chile por los indios, al emigrar las tribus araucanas, en el siglo XVIII, hacia nuestro país. De todas esas cruzas se origina el denominado caballo criollo, animal fuerte y de gran resistencia para el trabajo en el campo.
Los caballos criollos que intervinieron en esas cruzas, fueron de origen andaluz, traídos todas a América por los españoles. La raza criolla fue la única en el país hasta 1806, en que en el Partido de Lobos, en la provincia de Buenos Aires, se realizaron las primeras cruzas con caballos de distinto origen. Sucesivamente se introdujeron en el país caballos percherones y de carrera.
Ante la tendencia al cruzamiento y para evitar la desaparición de la raza criolla, la Sociedad Rural Argentina, a partir de 1917, tomó diversas providencias para protegerla e incrementarla. El buen resultado de esta medida se comprobó veinte años después al realizarse un censo de equinos. Entre las razas existentes en nuestro país citaremos: Percherón, Shire, Clydesdale, Yorkshire, Anglo-Normando, Hackney , American Trotting, Criollo, Hunter, Árabe y Polo Poney.
Fuente: J. A. Dos Santos Lara, Editorial Troquel.*
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