provienen del escaso desarrollo
de la vida espiritual.
La falta de fe de las
personas, lleva al camino
de la desesperanza y de la angustia...
Cuando la angustia nos invade sin motivos aparentes que puedan justificar su insoportable presencia, es el momento de tomar conciencia de lo que nos ocurre. Este sentimiento es justamente indicador de que, hasta el instante presente, no hemos hecho nada por vivir en plenitud.
Antes bien, nos hemos dedicado de manera exclusiva a la exterioridad o hemos centrado nuestra atención en la parte superficial de las cosas. Como estamos compuestos por elementos que integran una unidad (cuerpo, mente y espíritu), sucede que, al no funcionar adecuadamente una de las partes, el defecto se traduce de manera fatal en el todo.
Entonces, si se ha descuidado la espiritualidad, es lógica esta temible emergencia de la angustia existencial que nos acosa. El problema real estriba en no haber comprendido qué es el espíritu y qué requiere para su desarrollo. La falta de meditación, la inconexión con el yo interior, el desconocimiento de los deseos y necesidades más profundos de cada uno son las causas más importantes que generan el deterioro de la espiritualidad.
La sensación habitualmente producida por estos factores puede equipararse al vacío: una suerte de carencia, una especie de ausencia, es decir, cuando esto pasa, sentimos que nos falta algo. Pero, ¿qué? Precisamente, espiritualidad, que es la cualidad que otorga vida real al espíritu. Vivir de este modo, es vivir a medias, sin consecuencia de que somos seres trascendentes, con una misión que cumplir.
Y esa misión se encuentra escrita en nuestra interioridad. Por eso, saber leer los mensajes escritos en lo más profundo de nuestro ser o aprender a escuchar la luminosa voz del maestro interior son los modos de poder desarrollarnos espiritualmente para emprender la vida.
Fuente: Revista Predicciones.
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Antes bien, nos hemos dedicado de manera exclusiva a la exterioridad o hemos centrado nuestra atención en la parte superficial de las cosas. Como estamos compuestos por elementos que integran una unidad (cuerpo, mente y espíritu), sucede que, al no funcionar adecuadamente una de las partes, el defecto se traduce de manera fatal en el todo.
Entonces, si se ha descuidado la espiritualidad, es lógica esta temible emergencia de la angustia existencial que nos acosa. El problema real estriba en no haber comprendido qué es el espíritu y qué requiere para su desarrollo. La falta de meditación, la inconexión con el yo interior, el desconocimiento de los deseos y necesidades más profundos de cada uno son las causas más importantes que generan el deterioro de la espiritualidad.
La sensación habitualmente producida por estos factores puede equipararse al vacío: una suerte de carencia, una especie de ausencia, es decir, cuando esto pasa, sentimos que nos falta algo. Pero, ¿qué? Precisamente, espiritualidad, que es la cualidad que otorga vida real al espíritu. Vivir de este modo, es vivir a medias, sin consecuencia de que somos seres trascendentes, con una misión que cumplir.
Y esa misión se encuentra escrita en nuestra interioridad. Por eso, saber leer los mensajes escritos en lo más profundo de nuestro ser o aprender a escuchar la luminosa voz del maestro interior son los modos de poder desarrollarnos espiritualmente para emprender la vida.
Fuente: Revista Predicciones.
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