que surge del temor de perder
algo o a alguien, y su raíz es la falta
de valoración personal.
La persona celosa, sólo se valora si
tiene algo o a alguien a su lado.
Cuando lo logra, hace todo lo posible
por retenerlo, porque si lo pierde,
siente perder también seguridad...
Pero la persona celosa rara vez está solo. A menudo su juego depende de que la otra persona necesite que la celen, para sentirse valorada porque ella misma no puede hacerlo. Si los celos son hilos que terminan por atar a celosos y a celados, quienes se enredan en ellos hasta el punto de llegar a necesitarlos para mantener su relación.
Tan es así, que algunos delitos, injusticias y actos violentos entre los seres humanos se gestan dentro de este complicado tejido. El celoso hace todo por acaparar nuestra atención, y percibe como una amenaza a cualquiera que se acerque.
Poco a poco empieza a controlar a quien está a su lado, pero con un amor aparente. Nos sugiere modos de actuar, trata de convencernos de sus planes y, con el tiempo, nos pide cambiar nuestra forma de ser. Intenta de mil maneras evitar que lo abandonemos, y, cuando la pareja se da cuenta de su juego, cambia de estrategia: hace regalos especiales, para halagar a quien tiene a su lado.
Pero el final siempre es el mismo: acaba por liberarse de él, y entonces se convierte en víctima de su propio juego y se queda solo. Los celos se convierten en una cárcel emocional para el que es celoso, y para salir de ella, tiene que abrir la reja con estas llaves: sacudirnos el miedo, perseguir nuestros anhelos, confiar en los demás y buscar la paz interior.
Fuente: Julio Sevione, para Revista Selecciones del Raider's Digest.
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