dejan heridas emocionales que
vaticinan cómo será nuestra calidad
de vida cuando seamos adultos: la
soledad, la humillación, la traición,
la injusticia o la soledad...
La soledad es el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Habrá una constante vigilancia hacia esta carencia, lo que ocasionará que quien la haya padecido abandone a sus parejas, a sus proyectos en forma temprana. El miedo al rechazo, es una de las heridas emocionales más profundas, pues implica el rechazo de nuestro interior a nuestros pensamientos, a nuestros sentimientos y nuestras vivencias.
La humillación: esta herida se genera cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican. Cuando se destruye la autoestima infantil. La traición o el miedo a confiar. Surge cuando el niño se ha sentido traicionado por sus padres, no cumpliendo promesas. Esto genera desconfianza que se puede transformar en envidia y otros sentimientos negativos. La injusticia, como herida emocional se origina en un entorno en el que los cuidadores principales son fríos y autoritarios. En la infancia, una exigencia en demasía y que sobrepase los límites generará sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.
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Fuente: lamenteesmaravillosa.com//Lisa Bourbeau.
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