sábado, 19 de julio de 2014

¿POR QUÉ ES CONTAGIOSA LA RISA?


Un humorista podría afirmar
que la risa se produce del mismo
modo que el llanto, pero al revés.
Y no dejaría de tener razón:
en ambos casos, un estímulo exterior
suscita en nuestro interior la sensación
regocijante o deprimente que se resuelve 
en carcajadas o en lágrimas...


                                                                      


          En realidad, ninguna definición agota el problema: las cosas más esenciales de la vida, aparentemente simples, son también las más difíciles de reducir a fórmulas. Si se acepta la del grave filósofo Kant, para quien la risa es la resolución de una espera en nada, se desprecia toda una vasta serie de volúmenes escritos posteriormente con el mismo propósito.
          Bergson, por ejemplo, analizó en particular el carácter sociable de la risa: rara vez, en efecto, reímos solos, en un cuarto, sin ver ni oír a nadie. Porque la risa es un exclusivo privilegio del género humano, que florece en sociedad. Ni ríe la hiena (sólo frunce la boca al agredir), ni en realidad, ríe el paranoico, aunque sus gestos sean semejantes a los del hombre sano que celebra algo cómico.
          Con esto queda dicho que la risa es índice de salud y, en cierto modo, de juventud: las civilizaciones en decadencia sonríen sabiamente. El Renacimiento reía, con Rabelais, a estentóreas carcajadas, con los puños en las caderas; en cambio, la Inglaterra del final victoriano repetía en voz baja los cáusticos epigramas de Oscar Wilde, que requerían del oyente tanta sutileza como la insumida por el autor.


Fuente: Suplemento La Razón (Diciembre, 1967)*
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