En un libro de medicina
del año 1100, texto oficial
de los estudiantes de la
Escuela de Salerno, encontramos
lecciones como la siguiente...
"Seis cosas, aquí expuestas, te protegen de todo veneno con poder secreto: Pera, ajo, nuez,nabo, ruda y rábano. Pero el ajo más que todos y, quien lo come, beberá sin miedo de quien fermentó su vino y respirar podrá los aires infectos de continuo.
Si el ajo así te libra de la muerte, sopórtalo con agrado aunque tu aliento huela, y no te burles de él, como quien dice que sólo hace beber, llorar y heder."
En estas estrofas, que usaban los doctores medievales, se puede apreciar el enorme valor que le daban a los factores psíquicos y espirituales en la preservación de la salud, y el conocimiento empírico que tenían de las propiedades de los productos de la naturaleza.
Esta medicina primitiva e ingenua, rica en experiencia pero llena de prejuicios, es la fuente en que se nutrió la llamada medicina casera, o sea la forma doméstica del arte de curar. La tendencia natural del hombre a asistir a su prójimo y la divulgación de las propiedades, verdaderas o falsas, de las circunstancias naturales, permitió que naciera un sistema asistencial doméstico y familiar, ejercido por mujeres de edad.
El arsenal curativo de la medicina casera ha contado con recursos aplicables a casi todas las ramas del quehacer médico, previniendo y curando, e incluso incursionando en la cirugía. Hay algunas antiguas terapias aún vigentes, cuyos principios, mecanismos de acción y utilidad pueden ser discutidos.
Fuente:Doctor Enrique De Filippis Novoa. Médico traumatólogo. Revista "Mucho Gusto"
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