Tres insectos muy conocidos por todos
se caracterizan, entre otras particularidades,
por su "canto".
Son el grillo, la cigarra o chicharra y la
langosta.
¿Pero, cantan, en realidad?
No cantar no, tocan el violín, su propio violín, que ciertamente se parece, en sus modulaciones, a una voz.
El grillo hace vibrar sus alas, cuya cara inferior posee una vena áspera que la atraviesa;
la superior está provista de un raspador ( que viene a ser el arco del violín). Con ambos produce
una nota aguda pero no irritante; una única nota.
Los órganos emisores de sonido de la cigarra son internos. La mayor parte de su abdomen está hueco, y en ese saco aéreo hay un conjunto de músculos que actúan como tímpanos, a los que se une una membrana vibratoria. Al aflojarse la tensión muscular, la membrana toca la pared abdominal, produciendo el "canto".
En cuanto a la antipática langosta es otra "violinista" como el grillo, aunque emite el sonido de distinto modo. En la cara anterior de cada pata trasera tiene unos espolones, y una vena prominente en la superficie exterior de cada ala. Su chirriante voz, precursora de desgracia para los agricultores, surge cuando mueve ambas patas traseras, frotando los espolones contra las venas de los élitros.
Sólo el hombre y los pájaros cantan, con propiedad.
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