Alguien intuyó que
la historia
podía jugarse en un tablero
A partir de allí,
64 casilleros fueron el mundo
y 32 piezas, la gente...
Muchas leyendas, típicamente orientales, se vinculan con el orígen del ajedrez. La más ingeniosa cuenta que el rajá indio Balhait pidió al brahmán y matemático Sissa -5000 años atrás-
que le inventara un juego en el que la prudencia, la visión crítica de los problemas inmediatos y, en general, las más brillantes dotes intelectuales lograran aniquilar completamente al azar. Nada,
pues, debía quedar librado al ciego dios desconocido a quien se confían los jugadores " a suerte y verdad". Sissa -siempre según la leyenda- discurrió los principios básicos del ajedrez y creó sus figuras.
Una vez que oyó todas las explicaciones y hubo jugando algunas partidas de aprendizaje, el rajá quedó tan maravillado que prometió a su asesor otorgarle lo que pidiera, de inmediato. Sissa sonrió con más astucia que complacencia y al día siguiente comunicó a su soberano que se consideraría espléndidamente pagado si éste le daba su recompensa en granos de trigo. Con esta
"pequeña diferencia": el regalo debía comprender un grano en el primer cuadro del tablero; 2 en el segundo; 4 en el tercero; 8 en el cuarto; 16 en el quinto; 32 en el sexto, y así sucesivamente hasta completar las 64 casillas.
El rajá, que no estaba muy fuerte en cálculo, repuso que le parecía escasa la recompensa
Sin embargo, muy pronto se convenció de que no solamente era cuantiosa, sino también imposible de satisfacer. Se trataba del 2 elevado a la potencia 64, operación que arroja un caudal en trigo para producir el cual no bastaría con sembrar 76 veces toda la superficie sólida de la Tierra.
La leyenda no recogió la posterior reacción del rajá. Hasta aquí la fábula. La historia permite rastrear el origen y desarrollo del juego mucho más tarde. Hacia el siglo IX de nuestra era
-no antes- arriba el ajedrez a Europa. Las puertas son España, Italia, Grecia y Rusia, a las que llega bajo el estandarte de Mahoma, a través de moros y sarracenos. La penetración llega hasta Escandinavia.
Eso influye en la denominación del juego, derivada del árabe "shatranj" ; españoles y portugueses seguirán pronunciándola de modo parecido a sus importadores, mientras el resto del continente empleará la raíz latina " scac", que sustituye por error o mala entonación a "shah", rey.
De ahí provienen el italiano "scacco", el inglés "chess", el francés "échecs", el alemán "schach".
Pero recién en el siglo XVI el ajedrez se estableció en Europa en la forma que se conoce hoy. hasta entonces las leyes no estaban uniformadas, lo cual era fuente de confusión y conflictos de todo orden.
Casi cien años antes, el español Lucena daba consejos a los jugadores: " Si juegas de noche con una sola vela, ponla a tu izquierda para que no te moleste los ojos; si juegas de día, pon a tu contrario frente a la luz. Esto te dará gran ventaja. Procura batirte con tu adversario cuando éste haya comido y bebido opíparamente". Entre sus advertencias, ya figuraba ésta -más que clásica- :"Pieza tocada, pieza jugada". Algunos autores la creen milenaria, originada en los comienzos mismos del juego.
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