La comparación está muy presente
en muchos ámbitos de la vida social.
La publicidad juega con la imagen
de personas que tienen un coche o
un físico que nosotros no tenemos,
provocándonos al deseo o a la
envidia...
Muchas veces las notas de la escuela o de la universidad, parece señalar los que son mejores o peores que nosotros, invitándonos a la comparación. Por lo tanto, no es extraño que, crezcamos comparándonos con los demás y envidiando aquello que creemos que nos falta. Parece como si nuestro valor siempre estuviera en relación con lo que han conseguido terceras personas, con sus éxitos y logros.
La sociedad nos empuja a compararnos. Saber que un compañero de trabajo gana más que nosotros, nos indigna pero también criticamos que el vecino se haya comprado un coche más grande que el nuestro o envidiamos la suerte de aquél que tiene una pareja especialmente atractiva o agradable. Estas actitudes provocan sentimientos como los celos o el resentimiento, al mismo tiempo que nos sentimos "menos" respecto a quien que creemos que nos supera.
Las personas que están pendientes de lo que son y tienen los demás, están condenadas a vivir en la insatisfacción, ya que el hecho de compararse no les permite darse cuenta de qué es lo que ellos tienen de bueno y positivo. En definitiva, la comparación nos envilece y no nos permite crecer saludablemente.
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Fuente: vivirparavivir.blogspot.com.ar
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