Cualquier emoción que reprimamos
o guardemos sea positiva o negativa,
es susceptible a convertirse en tóxica...
Esa emoción se puede llamar miedo, ansiedad, enojo, envidia, malhumor, etcétera. Cuando vivimos la emoción tóxica, de alguna forma nuestro cerebro la reconduce y al final va a parar a algún órgano del cuerpo, enfermándonos. Hay personas que les cuesta expresar, por ejemplo, el enojo. Creen que estar enfadados es malo y que no es correcto mostrarse así, por lo que reprimen esa emoción, la guardan, "se la tragan" o disimulan y, sin querer, esa emoción no expresada, la envían a una parte de su cuerpo y pudiendo tener un problema de salud, como un infarto.
Otras personas tienen miedo a tener miedo: entonces evitan situaciones que les generan ansiedad, como por ejemplo, hablar en público o estar con otras personas, convirtiendo esa emoción en tóxica. Y otros individuos, guardan las emociones por tener una autoestima baja y creen que no tienen derecho a expresar lo que desean o sienten, por lo que anulan las emociones, canalizando erróneamente los sentimientos y llevándoles a un estado físico y psíquico, enfermizo.
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Fuente: vivirparavivir.blogspot.com.ar
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