cambio. Es decir, un hecho que
traerá consecuencias trascendentes.
Y nuestra vida constituye una crisis
permanente, porque cambiamos como
el proceso evolutivo...
Dejamos el vientre materno, la lactancia y el hogar protector, buscamos la autonomía personal y económica, y tras sortear momentos de crisis, formamos una familia. Más allá de aspirar a un camino sin dificultades, la vida nos expone a aciertos y errores, triunfos y fracasos, proyectos que deben modificarse. En tal contexto, una pareja tiene que enfrentar, además otro aspecto saliente la cuestión económica.
Sin embargo, este tema podrá encaminarse y resolverse si cada uno de los miembros tiene la capacidad de no quedar atrapados y paralizados frente a un momento de crisis. Porque si ello llegase a ocurrir, entonces se pierde la capacidad de planear, de encontrar soluciones, de reordenar las iniciativas. Y eso hace que se viva proyectando culpas y resentimientos.
Las dificultades no se pueden evitar, porque la vida no da garantías de plenitud. Las garantías deben encontrarse dentro de cada uno y conformarán parte de la historia personal, junto con los mensajes recibidos. En consecuencia, la pareja tiene que buscar los apoyos necesarios para que la crisis se convierta en transformación.
Fuente: Revista Familia Cooperativa.
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