Dos leyendas sitúan el origen o
la invención del abanico en el
Lejano Oriente.
Una a partir de un antifaz y la
otra gracias a un murciélago...
Cuenta la leyenda que, durante la festividad de las antorchas, la bella Kau-Si, hija de un mandarín, sofocada por el calor, se quitó el antifaz que preservaba su intimidad, y con gesto nervioso y energía singular lo agitó ante su nariz llegando a formar una cortina que, además de lograr que su rostro siguiera invisible para los curiosos -por estar prohibida su visión a los hombres- refrescó el aire que la circundaba: el gesto atrevido, pero inteligente, fue imitado por el resto de las damas que la acompañaban para generar alivio.
La otra leyenda llega de Japón y hace referencia más técnica al origen del abanico plegable. Ocurrió una noche calurosa en el hogar de un humilde artesano de abanicos, cuando un murciélago que entró por la ventana abierta fue a estrellarse contra la llama de un candil cuando el hombre trataba de espantar acuciado por su asustada mujer. Al día siguiente la curiosidad del artesano le llevó a imitar las membranas plegables de las alas del murciélago en la elaboración de un abanico. Lo curioso de esto, es que en Japón a los abanicos plegables, lo llaman "komori" cuya traducción significa murciélago.
Fuente: es.wikipedia.org
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