El progresivo aumento
de las conexiones de la web
nos inducen a que sin movernos
de casa, tengamos todo
a nuestro alcance,
comprar, vender o intercambiar
objetos y conocer personas.
En los años '70 los especialistas llamaban síndrome del ama de casa al temor que algunas señoras experimentaban con sólo cruzar el umbral de sus viviendas. Los cambios socio-económicos y el multitudinario ingreso de la mujer en el mercado laboral disminuyeron los índices de pacientes con ese conflicto.
Pero ahora surgió una nueva fobia, parecida a la anterior: el miedo a los espacios abiertos. Hombres y mujeres que pueden encargar sus comidas por teléfono, disfrutar en privado de una película, conectarse con cualquier parte del planeta y realizar sus trabajos en distintas profesiones sin moverse de sus casas suelen palidecer ante la posibilidad, a veces ineludible, de enfrentarse con el mundo exterior.
Paradójicamente, el lema de nuestros días es" las distancias no existen", relacionado indudablemente con los avances en la informática y en las comunicaciones. El asombroso adelanto del arsenal electrónico, que permite encontrar desde objetos exóticos hasta amistades en los rincones más lejanos de la Tierra, nos abre puertas infinitas, nos acerca a otros pueblos y al conocimiento universal, pero es sólo uno de los medios para lograrlo.
Las experiencias a distancia nunca podrán compararse con las que se experimentan en los viajes y en diálogos cara a cara con la gente. Pasar una noche de verano mirando las estrellas, no es lo mismo que contemplar el cielo en la pantalla de una computadora, por más perfecta que parezca la simulación.
< No es temor lo que debe sentirse en medio de la naturaleza o de la comunidad humana, sino la serenidad que transmiten los sonidos de infinidad de seres reales que la habitan>
Fuente: Noemí Carrizo, psicóloga y psicopedagoga./ Revista Nueva.
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