para una empatía inteligente
no limitarnos a contagiarnos
de los sentimientos ajenos?
Entre otras cuestiones porque, básicamente, las manifestaciones emocionales tienen un sentido adaptativo: influir en los demás. Y ese efecto sobre los otros puede ser utilizado para beneficio personal de aquel que produce el contagio emocional.
Un estudio del Instituto Weizmann de Ciencias de Israel llegó a la conclusión de que las lágrimas femeninas inhiben la producción de testosterona en el hombre que las contempla, reduciendo su nivel de ira y aumentando la necesidad de estar de acuerdo con la persona que llora ( o finge llorar), que era lo que ocurría en la investigación.
Por su parte, el psicólogo Piercarlo Valdesolo, del Claremont McKenna College (EE. UU.), analizó cómo utilizan la sonrisa los boxeadores para influir en la conducta del púgil contrario cuando sienten que van a perder: la piedad provoca que el rival reduzca sus esfuerzos por ganar.
Esa intención de alterar la conducta de los demás es natural y ayuda a la convivencia, pero puede tener un lado menos amable. Existen muchos experimentos que muestran cómo y con qué facilidad se contagian los aplausos o las risas, un efecto multiplicador que ha sido explotado por la televisión desde hace décadas.
Fuente: Revista Muy Interesante*
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