Cuando se deja un vaso de agua
en algún rincón de la casa, al
poco tiempo se observan como
unas pequeñas burbujas inundan
su volumen como si fuera el de
una bebida gaseosa sin tener gas...
También cambia el sabor convirtiéndose en una bebida menos agradable. En realidad que esté en reposo no es lo más relevante. Las burbujas no aparecerán nunca. Los gases se disuelven mejor en los líquidos cuando estos están fríos. Cuando se sirve un vaso de agua normalmente el agua está más fría que el ambiente. La temperatura del agua va aumentando poco a poco y el nitrógeno y el oxígeno se liberan del líquido formando las burbujas.
La mayoría de estas burbujas se escapan hacia la superficie y desaparecen, pero otras se adhieren a las paredes del vaso o las imperfecciones que lleva el agua formando el característico efecto. Para verlo en cámara rápida basta con fijarse en el fondo de una cacerola de agua que esté a punto de hervir. Antes de que convierta en vapor, en medio de un caos molecular, las primeras burbujas de gas empezarán a brotar mágicamente del fondo para agarrarse a los bordes o liberarse hacia la superficie.
Todo es por el cambio de temperatura. La presión atmosférica también influye en este proceso porque está ligada a la temperatura . A medida que la temperatura del agua del vaso va calentándose y confundiéndose con la del ambiente, la presión sobre ella va cayendo y se rompe el equilibrio que permite la retención de los gases, produciéndose su liberación. Esta pérdida de gases hace que cambie también el gusto y el sabor del agua. El agua fría y recién salida del grifo contiene más oxígeno que la que lleva un rato en el vaso. Es recomendable si se almacena agua, dejarla tapada y lejos de la luz.
Fuente: www.tecnoxplora.com
*********************************************************************************
No hay comentarios:
Publicar un comentario