La curiosidad no es sólo patrimonio
humano, aunque, eso sí, "somos la
especie más curiosa del reino animal"
Y eso es, precisamente, lo que nos hace
únicos, considera el paleoantropólogo
Juan Luis Arsuaga...
La curiosidad en el fondo tiene que ver con nuestra necesidad y también capacidad de aprender constantemente, durante toda la vida. Los animales, de cachorros, sobre todo los mamíferos, son muy juguetones y eso permite el aprendizaje. Se pasan el día explorando, como lo hacen los niños, probando las destrezas que luego van a necesitar de adultos. Pero una vez que conocen las reglas del juego, su entorno, pierden esa curiosidad, explica Luis Arsuaga, codirector de las excavaciones en la Sierra de Atapuerca, y puntualiza que los animales domésticos son un caso un poco excepcional porque están "infantilizados" por sus dueños.
Y es que tiene que ser así. Porque como reza el dicho popular: " la curiosidad mata al gato". Que tengamos una mente inquisitiva de por vida que nos permita interesarnos por todo aquello que nos rodea es posible porque alargamos más que ningún otro animal el período de la infancia. Es decir, somos según una teoría formulada y probada hace más de un siglo en el campo de la biología del desarrollo, "neotenios", adultos con muchas características juveniles, tanto físicas como mentales, entre ellas la curiosidad.
Si no fuéramos curiosos, no podríamos acumular la información que necesita el cerebro sobre probabilidades de que un determinado suceso ocurra. Y entonces, no sería francamente complicado sobrevivir. Los científicos afirman que se es más curioso cuando se sabe algo de un determinado tema en cuestión, y que la curiosidad activa varias áreas del cerebro relacionadas con el sistema de recompensa y la memoria. La curiosidad puede poner al cerebro en un estado que le permite que aprenda y que retenga cualquier tipo de información.
Fuente: cristinasaez.wordpress.com
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