A veces la vida se instala ahí,
en el epicentro de nuestro
cuerpo, como un ovillo que
quita el aire, el hambre y las
ganas justo en el estómago...
No son mariposas, es el agujero negro de la ansiedad que todo lo atrapa y todo lo consume, conocido, a instantes ingobernable que acelera la vida, desdibuja las ilusiones y distorsiona nuestras propiedades. Los expertos llevan bastante tiempo estudiando las huellas que deja la ansiedad en nuestro cuerpo. El tema, por curioso que parezca, resulta simplemente asombroso. Desde el área de psiquiatría del Johns Hopkins, por ejemplo, descubrieron que aquellos pacientes que padecían un trastorno de ansiedad generalizada acumulaban una tensión crónica en el músculo frontal -situado justo en la frente- así como constantes sobrecargas en los músculos gastrocnemios- sería como los gemelos de nuestras pantorrillas.
Sin embargo, la sintomatología más común, la más reconocible a la vez que molesta, es aquella que se localiza justo en nuestro sistema digestivo: esófago, estómago, intestinos, etcétera. El dolor gastrointestinal y la ansiedad comparten una unión biológica muy estrecha. No podemos olvidar que nuestro aparato digestivo está "tapizado" por una complejísima red de células nerviosas, y aunque esta red neuronal no emite o produce pensamiento alguno, lo que sí hace es mediar en nuestro estado de ánimo.
No podemos olvidar, por ejemplo, que ese "segundo" cerebro es el encargado de regular la producción de serotonina, la llamada hormona de la felicidad. Sin embargo, si hay algo que también hace es reaccionar de forma contundente frente al estrés. Cuando pasamos épocas marcadas por los nervios, la presión, la angustia o la inquietud, el estómago reacciona liberando adrenocorticotropa, una hormona peptídica que actúa a la vez como neurotransmisor. Es entonces cuando aparece el dolor, la hipersensibilidad visceral, la motilidad intestinal. Ese molesto nudo el estómago donde aparece concentrarse todo el laberinto de nuestros problemas.
Fuente: lamenteesmaravillosa.com///Valeria Sabater, psicología
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