La sorpresa es una reacción
causada por algo novedoso,
imprevisto, causal o desconocido...
Sin duda alguna, esta emoción es la más particular de todas las emociones básicas. No tiene un tono hedónico, es decir no se puede decir que sea una emoción siempre positiva o siempre negativa. Se trata de una emoción neutra. La sorpresa tiene una duración muy breve y se desencadena de forma muy rápida, además de la misma forma se puede transformar en cualquier otra emoción. Algo que caracteriza a la sorpresa es que enseguida centramos estímulos novedosos.
¿Qué nos genera la emoción de sorpresa? Las situaciones más frecuentes son los estímulos novedosos, la interrupción inesperada de una actividad en curso, los aumentos bruscos en la intensidad de algún estímulo, como por ejemplo un grito. Cuando nos sorprendemos sentimos que no controlamos la situación y que no podemos predecir lo que va a pasar. Sin embargo, creemos que tenemos una alta necesidad y capacidad de afrontarlo. Tenemos que tener claro que todas las emociones son adaptativas y que tienen como finalidad que nos relacionamos más eficazmente con el medio que nos rodea.
Esta emoción nos facilita actuar adecuadamente ante estos cambios, tanto conductual como emocional. Para ello, bloquea o interrumpe cualquier otra actividad que estemos realizando para focalizar toda nuestra atención, en aquello que nos sorprende, y se intensifica cuando el evento resulta importante para nosotros. La cara típica de un sorprendido se caracteriza por la elevación de las cejas, elevación del párpado superior, la apertura de la boca y descenso de la mandíbula. La emoción de sorpresa amplifica nuestra relación afectiva a los eventos, y si es agradable, nos sentimos más felices que aquellos que están en una situación similar a la nuestra, pero que no han sido sorprendidos.
Fuente: salud.discapnet,es
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