lunes, 14 de enero de 2013

EL ARCO, LA FLECHA Y EL BLANCO

El primero representa la vida,
la segunda, la intención de la persona,
y el tercero es el objetivo por alcanzar.
Todos somos arqueros
de la voluntad divina. Por lo tanto,
es indispensable conocer los instrumentos 
que tenemos a nuestra disposición.

                                                                           

          EL ARCO
El arco es la vida: de él viene toda la energía.
La flecha cierto día partirá.  Pero el blanco, aún está lejos.
Pero tu vida siempre permanecerá junto a ti, y hay que saber cuidarla. Necesitas períodos de inacción; un arco que está siempre armado, en estado de tensión, pierde su potencia. Por lo tanto, acepta el reposo para recuperar tu firmeza. Así, cuando estires la cuerda, tu fuerza estará intacta.
El arco no tiene conciencia: es una prolongación de la mano y del deseo del arquero. Sirve para matar o para meditar. Por ello debes ser siempre claro en tus intenciones.

Un arco tiene flexibilidad, pero también un límite. Un esfuerzo más allá de su capacidad lo romperá, o dejará exhausta la mano que lo sostiene. Del mismo modo, no exijas de tu cuerpo más de lo que te puede dar. Y recuerda que un día llegará la vejez, y eso es una bendición, no una maldición.

Para mantener el arco abierto con elegancia, haz que cada parte dé de sí sólo lo necesario, y no disperses tus energías. Así podrás disparar muchas flechas sin cansarte.


LA FLECHA

La flecha es tu intención. Es lo que une la fuerza del arco con el centro del blanco.
La intención del ser humano tiene que ser cristalina, recta, bien equilibrada. Una vez que la flecha parta no volverá. Por lo que, si los movimientos que te han llevado a través del proceso no han sido precisos y correctos, es mejor interrumpirlo y no actuar precipitadamente sólo porque el arco ya esté tenso y el blanco espere.

No obstante, nunca dejes de manifestar tu intención si lo único que te detiene es el miedo de errar. Si hiciste los movimientos correctos, da los pasos necesarios y acepta el reto, abre la mano y suelta la cuerda. Aunque no des en el blanco, sabrás afinar la puntería la próxima vez. Si no te arriesgas, nunca sabrás qué cambios eran necesarios.



EL BLANCO

El blanco es el objetivo que hay que alcanzar. Lo escogiste tú. En eso reside la belleza del camino: no puedes nunca disculparte diciendo que el adversario era más fuerte, pues fuiste tú quien escogió el blanco, y tuya es la responsabilidad.

Si ves en el blanco a un enemigo, puede que aciertes el tiro, pero no te mejorarás en nada a ti mismo. Te pasarás la vida simplemente intentando colocar una flecha en el centro de una cosa de papel o madera, algo completamente inútil. Y cuando estés con otras personas, te quejarás de que nunca hiciste nada interesante.

Por eso tienes que escoger tu objetivo, dar lo mejor de ti para alcanzarlo tratándolo con respeto y dignidad: tienes que saber qué significa y cuánto esfuerzo, entrenamiento e intuición te ha exigido.

Al mirar al blanco no te concentres en él; mira todo lo que sucede a tu alrededor porque la flecha, al ser disparada, se encontrará con factores con los que no has contado, como el viento, el peso y la distancia.

El objetivo sólo existe en la medida en que un hombre sea capaz de soñar con alcanzarlo. Lo que justifica su existencia es el deseo, sin el cual sería una cosa muerta, un sueño distante, una fantasía.

Así, del mismo modo que la intención busca su objetivo, el objetivo también busca la intención del hombre, pues es él  quien da sentido a su existencia: ya no es sólo una idea, sino el centro del mundo de un arquero.


Fuente: Del libro " Once Minutos" de Paulo Coelho, editorial Planeta
Suplemento La Nación
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