Los niños absorben todo lo que
tienen alrededor.
Son como esponjas de aprendizaje.
Tanto la familia como la sociedad
en general, les enseñan como es el
mundo.
De hecho, en su interacción diaria
con los adultos y otros niños,
aprenden a relacionarse, así como
a regular sus emociones...
Pero no sólo eso. También aprenden a que sus emociones aparezcan ante determinadas situaciones y ante otras no, a manifestarlas ante unas situaciones y ante otras no. Es decir, su contexto sociocultural influye en que se alegren ante unas situaciones y que sientan asco por otras. Lo mismo pasa con el miedo.
Si uno se para a pensar un poco, verá que el plano sociocultural es un factor muy importante en los miedos y las preocupaciones que tenemos. Por ejemplo, en ciertas culturas el temor a los espíritus está bastante extendido, mientras que en otros no se da. De hecho, esto ha pasado constantemente a lo largo de la historia de la humanidad. En la Edad Media, los miedos que se transmitían y aprendían a nivel cultural se referían a Dios y a los señores feudales.
Pero no sólo pasó entonces, también podemos observar esto en otras épocas. Y sigue pasando en la sociedad actual. En el mundo occidental, por ejemplo, está extendido el temor a los ataques terroristas, pero también hay otros miedos comunes más cotidianos. Otro ejemplo, es normal preocuparse por perder el trabajo, no poder pagar las facturas o la hipoteca, etc, pero esto no se da en otras culturas. Además no sólo se ha hecho a nivel general. También se han potenciado diferencias en cuanto al sexo de las personas. En concreto, se ha favorecido que las mujeres sean más temerosas e inestables emocionalmente, mientras que con el sexo masculino se ha promovido que los hombres sean más atrevidos, fríos, duros e introvertidos.
Fuente: lamenteesmaravillosa.com///Laura Reguera Carretero.
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