Ser aceptado por los demás
es una necesidad instintiva
y profunda.
Los seres humanos somos
sociales por naturaleza,
animosos de la integración
en grupos, y tristes por la
marginación de los mismos...
Cuando somos excluidos dentro de lo más profundo de nuestro cerebro se activa una alerta milenaria. Sabemos que si estamos solos, somos más vulnerables ante cualquier peligro que aceche. De ahí también nace la arriesgada tendencia a sumarnos a las masas sin que medie una reflexión previa. En principio, nos aterra quedar por fuera de la dinámica que adelantan los demás. Es como si fuera el anuncio de que podemos caer en el ostracismo y con ello, vemos sometidos a riesgos más poderosos que nosotros mismos.
Lo preocupante de este hecho es que hay momentos en que los que la gran corriente social va en contra de lo razonable o lo deseable. El ejemplo más evidente, que siempre es traído a colación, es el nazismo. Muchos se sumaron a ese movimiento enfermo e inhumano, simplemente por miedo. Todos iban en esa dirección y, por más absurdo que fuera, para muchos fue mejor seguir la corriente que oponer resistencia. En cierta manera todos somos inducidos a crear un personaje que nos represente socialmente a nosotros mismos. Esto quiere decir que desde que nacemos alguien nos dice cómo debemos ser, qué debemos hacer y qué no, de qué forma debemos comportarnos...
No siempre o más bien muchas veces, esto no coincide exactamente con lo que desearíamos ser o hacer. Para entrar en la sociedad y en la cultura tenemos que "falsearnos" un poco. Debemos respetar la fila, aunque no queramos. O aprender a comer con cubiertos, así nos parezca inútil o muy complicado. Es el precio que debemos pagar por ser aceptados en un grupo humano. Por eso es que, en parte, cuando estamos en sociedad representamos uno o varios personajes. En principio, aprendemos a comportarnos de acuerdo con lo que dictan las normas de los demás, porque tenemos miedo del sufrimiento que nos ocasionaría no hacerlo.
Fuente: lamenteesmaravillosa.com//edith sánchez, psicología
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