Prácticamente todas las naciones tienen
relatos que narran la vida de personas
humildes y trabajadoras que se esfuerzan
por mejorar algún aspecto de la sociedad,
aunque para ello exageren....
En todo caso, está claro que se trata de un valor que suele ser promocionado para intentar que todo el mundo se contagie de él. Sin embargo, las personas humildes no son la norma, sino la excepción; la mayor parte de la gente no destaca en esta característica del mismo modo en el que la mayoría no se caracteriza por ser todo lo contrario, narcisista y presumida.
El hecho de decantarse por la humildad aporta ventajas positivas para la sociedad, pero para quien practica este hábito no siempre es una dinámica de comportamiento que le reporte beneficios personales; esto depende mucho del contexto. En parte por esto, y porque en una cultura dominada por el individualismo y, la lógica del marketing personal vende más comunicar que hacer algo digno de ser comunicado, las personas humildes no son lo más habitual, si bien tampoco son de una rareza absoluta.
Las personas humildes están mentalizadas de que la mayoría de situaciones de la vida, a no ser que se forme parte de una minoría privilegiada, requieren de trabajo duro, para poder vivir dignamente y ayudar a que los demás también lo hagan. Una persona humilde no tiene por qué rechazar por completo situaciones en las que se participe en una dinámica de competición, como por ejemplo en unas oposiciones o en un concurso de proyectos para recibir una beca.
Sin embargo, tampoco experimenta placer ante la experiencia de superar en algo a una persona o grupo, dado que su autoestima no depende de las comparaciones obsesivas con los demás. Las personas humildes pueden ser tanto introvertidas como extravertidas, pero en cualquier caso se resienten menos ante la experiencia de no recibir mucha atención por parte de los demás. Es prácticamente imposible no haber caído nunca en un prejuicio, pero las personas humildes lo tienen más fácil porque de manera espontánea pocas veces encuentran motivos para valorar negativamente a otras personas sin tener un motivo concreto y racional para ello.
Las personas humildes no tienen la autoestima inflada entre otras cosas porque aunque su capacidad a la hora de esforzarse en algo las pueda hacer sobresalir, eso para ellas no define todo su valor global como seres humanos. Allí donde otros creerían que están por encima de los demás por el hecho de ser deportistas de élite o autoridades reconocidas en algún ámbito académico, las personas humildes simplemente ven lo que hay: una habilidad que se les da bien.
Fuente: psicologiaymente.com
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