El miedo es una de las emociones más
básicas relacionadas con el ser humano.
Asociado al instinto de supervivencia,
desde hace siglos acompaña al hombre
para advertirle de los peligros del mundo
que lo rodea.....
Se trata de una emoción primaria que deriva de la aversión natural a la amenaza, y todos los animales la poseen. Pero, ¿qué pasa cuando peligros instintivos como ser, devorados por un león desaparecen en una sociedad desarrollada? La mayor parte de los miedos que tenemos en nuestra sociedad son miedos neuróticos, es decir, miedos basados en construcciones mentales y no en amenazas reales. Miedos por lo que podría suceder, y no por lo que realmente está sucediendo.
No en vano las personas nos pasamos la mayor parte de nuestra vida sufriendo por cosas que jamás nos sucederán. El miedo neurótico nos pone en alerta continuamente y hace que vivamos extralimitados, privándonos de los enriquecimientos que nos puede proporcionar lo desconocido. Y es que la mayor parte de las personas tenemos un miedo injustificado a lo que no conocemos.
Adelantamos acontecimientos y evitamos situaciones nuevas que creemos que no vamos a poder gestionar o solventar. Este miedo es en su mayor parte aprendido. El niño, cuando empieza a caminar, posee el instinto de explorar y de realizar continuamente tareas diferentes para descubrir el mundo que le rodea. Y es ahí donde los adultos, con afán de proteger, le inoculan una infinidad de miedos que seguramente le acompañarán durante gran parte de su vida: "No hables con desconocidos", "No abras la puerta a extraños", "No te subas ahí que te caerás", "No te alejes, que te pueden raptar" y un largo listado de prohibiciones que hacen que el niño explorador se vaya convirtiendo en un niño temeroso del mundo, que irá reduciendo su área de interacción hasta llegar a la fase adulta donde tendrá ya consolidada su zona de confort.
Fuente:psicologíaymente.com// por Esther Cabezas Gutierrez, psicóloga
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