Las personas necesitamos "leer" en los
demás aquello que significamos para
ellos.
Necesitamos certezas y no dudas. Ansiamos
refuerzos, gestos de aprecio, miradas que
acogen, sonrisas que comparten complicidades
y emociones positivas.
Pero, la indiferencia es una forma de agresión
psicológica....
La indiferencia es convertir a alguien en invisible, es anularlo emocionalmente y vetar su necesidad de conexión social para llevarlo a un limbo de auténtico vacío y sufrimiento. Dicha práctica, como ya sabemos, abunda en exceso en muchos de nuestros contextos: la vemos en escuelas, en relaciones de pareja, familia e incluso entre grupos de amigos.
Falta de comunicación, hacer el vacío de forma expresa, frialdad de trato...Podríamos dar mil ejemplos sobre cómo se lleva a cabo la práctica de la indiferencia, y sin embargo, el efecto siempre es el mismo: dolor y sufrimiento. El dolor de un niño que sentado en un rincón del patio, ve como es ignorado por el resto de sus compañeros.
Y el sufrimiento también de esa pareja que de un día para otro, percibe como su ser amado deja de mostrar la correspondencia emocional de antes. Nadie está preparado para habitar en ese vacío social donde los demás pasan a través nuestro como si fuéramos una entidad sin forma. Nuestras emociones, nuestras necesidades y la propia presencia están ahí y demandan atención, ansían afecto, respeto...ser visibles para el resto del mundo.
Fuente: lamenteesmaravillosa.com
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