Ninguna etapa es más intensa,
maravillosa y vulnerable a la vez,
que nuestra infancia.
Esas primeras experiencias marcan
por siempre no solo gran parte del
rumbo de nuestra vida, sino también,
la visión que tenemos de ella...
El vínculo que establecemos con nuestros cuidadores, con esos padres que nos guían, cuidan y arropan, nos ofrecerán los pilares de nuestro desarrollo para crecer con seguridad y autonomía. Pero si algo falla, si el escarpelo de la violencia, de la desgracia o la casualidad aparece en nuestra vida cortando el rumbo de esa infancia, la huella se quedará ahí por siempre.
Es un hecho, una realidad. Y como niños, como personas que aún no somos capaces no solo de defendernos, sino tampoco de comprender por qué existe la maldad o la tragedia, habremos de digerirlo con toda su dificultad y gravedad.
Los psiquiatras llaman a estas situaciones estrés precoz, hechos ocasionados por traumas físicos o emocionales que van a alterar en gran parte el rumbo de nuestro desarrollo y nuestra madurez. La herida va a quedar en nuestro cerebro, ese pico tan grave de estrés y sufrimiento deja su lesión, provocando que, llegada la edad adulta, tengamos más riesgos de desarrollar algún tipo de depresión.
En ocasiones, no hace falta que lleguemos a extremos tan lamentables como un abuso o el maltrato infantil. Muchas veces, esos niños que crecen sin arraigo familiar o con unos padres que no han sabido, o no han querido estrechar ese vínculo imprescindible con sus hijos, provoca que se llegue a la madurez con muchas carencias, con muchas faltas.
Una infancia saludable, feliz e íntegra, hace que el niño crezca sabiendo que es querido, que cada uno de sus pasos, de sus decisiones y de sus fallos, van a disponer del apoyo incondicional y único que es de su familia. El desarrollo de su autoestima irá a la par del afecto de los suyos. Su autoconcepto será además positivo, porque es el reflejo de lo que hasta el momento, siempre ha encontrado.
Pero si solo encuentra vacíos, desprecios y reproches, el niño crecerá no solo con una marcada inseguridad, sino también con cierto rencor e incluso con desconfianza. ¿Cómo hacerlo? Si quienes debieron haberle ofrecido un apoyo y un cariño incondicional sólo le dieron frialdad y rudeza, es complicado que alcance una unión saludable con otra persona. Va a desconfiar y temer siempre, durante el resto de su vida.
ANTE LA MENOR DUDA, CONSULTE CON UN PROFESIONAL DE SU CONFIANZA***
Fuente: lamenteesmaravillosa.com // Valeria Sabater, psicóloga
*********************************************************************************
No hay comentarios:
Publicar un comentario