viernes, 24 de enero de 2020

HISTORIA DE LA DOMESTICACIÓN DE LOS PERROS

Aunque es muy difícil precisar cuándo
empezó exactamente la interacción
entre el hombre y el perro, o entre el
hombre y el lobo, es casi seguro que
el perro fue el primer animal domesticado....



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          Los indicios arqueológicos hallados en pinturas rupestres, pruebas fosilizadas y escavaciones que revelan la proximidad de restos humanos y caninos parecen indicar que el hombre empezó a interesarse por estos animales entre 125.000 y 150.000 años atrás, e incluso antes. Estudios arqueológicos y genéticos recientes reflejan resultados dispares, situando la diferenciación del perro y el lobo entre 15.000 y 135.000 años atrás.
          Algunos de esos estudios apuntan a un fondo genético y una domesticación únicos, pero hoy en día la hipótesis más aceptada es que la división entre el perro y el lobo tuvo lugar entre 15.000 y 20.000 años atrás, en el paleolítico superior y que la domesticación llegó de forma independiente con un extenso alcance geográfico.
          Siendo un acontecimiento prehistórico, es necesario cierto ejercicio de especulación para entender la domesticación del perro, aunque, considerando la evidencia científica que apunta al hecho de que en realidad el hombre y el lobo vivieron en armonía miles de años, no es difícil imaginar su origen.
          Hasta el paleolítico superior y el principio de la regresión de las inmensas placas de hielo, que siguió al punto álgido de la última glaciación, el hombre y el lobo habían sido cazadores nómadas. Ambos seguían las migraciones estacionales de grandes manadas de herbívoros o mamíferos ungulados y es probable que los lobos llevaran tiempo merodeando por los márgenes de los campamentos buscando comida y al mismo tiempo, manteniendo alejados a roedores y carroñeros, de modo que todo apunta a un inicio de relación beneficioso para ambas partes.
          A finales de la época glacial, cuando el hombre empezó a asentarse y a abandonar el nomadismo, es probable que ya hubiera reconocido el valor del lobo como aliado y se hubieran dado los primeros pasos para adoptarlo como parte de la sociedad humana, mientras que el lobo también habría empezado a aceptar al hombre.
          Ambas especies vivían en reducidos grupos sociales jerarquizados que aseguraban el éxito de tareas como la caza colectiva y el cuidado de los más pequeños y, por tanto, la supervivencia del grupo. Esa similitud de patrones sociales y otros comportamientos, unida a la aceptación mutua, sin duda originó y aseguró el éxito de la domesticación. Mientras el hombre se enfrentaba a nuevos retos vitales después de la última glaciación, el instinto canino relacionado con la lealtad, el territorio, la caza e incluso la manada se reveló como un complemento de las pautas humanas, quizá incluso decisivo para la supervivencia.



Fuente:Bryan Richard, "Perros" (2008)
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